Hector Zuleta Díaz: Un talento de la dinastía Zuleta.
«Había un muchacho querido por todo el mundo, que en pocos años demostró lo que iba a ser, grande como sus hermanos, como Poncho y Emiliano, pero Dios mandó por él. Por todas partes se hablaba de su talento, era un prodigio para tocar su acordeón, todo un músico completo, todos le tenían respeto, porque sabían de su Don»… El Difunto Trovador
Héctor es otro de los más grandes representantes del Folclor vallenato, ya que a su corta edad era declarado el mejor de toda la Dinastía Zuleta, por su excelente manejo del acordeón, verseador, y sus composiciones dignas de admirar. Como buen exponente del folclor vallenato, nace entre acordeones, cantos y versos el 29 de septiembre de 1960.
Durante su infancia estuvo rodeado de artistas como Emiliano Zuleta Baquero, su tío “Toño” salas y sus hermanos Tomás alfonso,”Poncho”, Fabio y Emilianito que dominaban el ámbito folclórico y se habían dado a conocer en toda la comarca con su sello dinástico y talento.
Su niñez transcurrió entre la escuela, la finca veraniega de sus padres en El Cerro Pintao, y el barrio Cafetal, donde nació. El ciclo vital del artista juvenil es efímero pero productivo, y se circunscribe a la etapa que comprende de la adolescencia a la madurez físico-mental. Un joven extrovertido y precoz que parecía que lo había vivido tod, pues estaba exento de malicia y se desenvolvía inocentemente en forma espontánea y natural.
Su personalidad y alegría desbordantes se destacaban en los sitios que visitaba y su carisma contagiaba a todas las personas que se acercaban para tocarlo, saludarlo o expresarle su admiración.
A pesar de pertenecer a una dinastía respetable en el folclor vallenato. Héctor Arturo Zuleta Díaz llegó al estrellato por sus propios medios, después de intervenir como cajero en el grupo de su hermano Mario, a quien acompañó por corto tiempo e intervino en su primera grabación; posteriormente integró la agrupación de Oscar Negrete y Alberto Ariño, como encargado de la tumbadora. El aprendizaje siguió su marcha y se vinculó luego al grupo artístico que dirigió el V Rey vallenato, Miguel López, y el cantante Gustavo Bula, quienes además llevaron al acetato algunos cantos.
Su insistencia por aprender el oficio de músico lo llevó a sacarle melodía a toda clase de instrumentos, pues era consciente de su capacidad; por eso aprendió a tocar el acordeón con reconocida versatilidad y con una dinámica moderna que llevó un aire nuevo al tradicional estilo vernáculo escuchando en los medios de la región.
Cuando se esperaba que el músico adolescente continuara la línea musical dada a conocer por su padre Emiliano, su tío “Toño” salas o su hermano Emilianito, Héctor Arturo optó por su estilo propio, fino, de digitalización ágil, gran capacidad creativa y atributos de excepción para los arreglos, sin perder en ningún momento la autenticidad folclórica que aprendió de su hermano mayor Emiliano Alcides, a quien rindió todos los honores como su inspirador. Luego se perfeccionó al lado de consagrados cantautores e intérpretes de sones, paseos, puyas y merengues, aires representativos de folclor vallenato.
Su ingenio musical brotó espontáneo y un cúmulo de notas prodigiosas, melodías autóctonas e inspiración fecunda, lograron consolidar su grandeza. Héctor Arturo, un superdotado, explotó sus méritos superlativos en la proyección del arte que lo hizo conocer.
Tocaba el acordeón con suficiente propiedad, componía canciones con gran calado sentimental y era un verseador invencible; su mente recursiva producía versos con espontánea rapidez y dentro de la tradición folclórica del vallenato era considerado un auténtico parrandero, porque además era muy chistoso y ocurrente, tenía un sentido único del respeto por sus colegas y dispensaba un trato muy humanitario para sus semejantes. Muy joven inicia su obra como autor de música vallenata, con un homenaje póstumo que le atributo a su difunta abuela, la matrona Sara Baquero.
Murió el 8 de agosto de 1982 a sus 21 años de edad, dejando un gran legado musical en el género vallenato y en su único hijo Héctor Arturo Zuleta Amaya quien fue el fruto de su amor con Luz Eneida Amaya Becerra por tres años a quien conoció a sus 18 años.
“Mi prima Alcira Becerra me invitó a una fiesta en Valledupar, allá estaba él con unos amigos. Se presentó, bailamos y comenzó con sus halagos. Pasó un tiempo y comenzamos un noviazgo donde primaron los detalles, las canciones, los versos y las cartas que me escribía”.
Posterior a su muerte los homenajes a su vida y obra fueron múltiples a través de cantos, versos y poesías se hace alusión a este integrante de la dinastía Zuleta, cuya pureza folclórica lo hizo grande. Precisamente, el compositor Juan Segundo Lagos en la canción ‘El difunto trovador’ resaltó sus cualidades como músico completo, al que todos le tenían respeto porque sabían de su don, siendo sus versos lamentos del alma.
Héctor… Era provinciano del alma sencilla
amaba la vida, amaba a su región,
y no era mentira, él era la esperanza del folclor.