
Juvenal Daza: El viejo compositor de San Juan.
Nació en Corral de Piedras, corregimiento de San Juan del Cesar (Guajira), en 1949. Conocido como «El Judaz». Como también sus hermanos y amigos en San Juan le decían cuando niño le decían “Barón”.
Estudió en el Colegio Nacional Loperena, institución a la que compuso el himno y donde hizo parte de una generación promisoria junto a futuras como Armando Moscote con quien conformó una agrupación escolar, con Rafael Orozco, Diomedes Díaz, Rafael Jiménez entre otros.
Recibir la educación de unos abuelos le dio la solidez de ser un hombre con moral, aprendida en la áridas tierras de La Guajira, allí se forjó su imaginación infantil la que se ha mantenido tan diáfana como las aguas cristalinas del río Cresar, que por entonces bajaba vestido de pureza para dividir dos poblaciones: La Villa del Río y Corral de Piedra, los emporios naturales que le abonaron desde niño a Juvenal Daza Bermúdez, la iniciativa de que sería un abanderado de los cantos vallenato.

Los primeros asomo de unos versos y una melodía lo asaltaban cada vez que acompañaba a sus parientes en las faenas propias del campo, si bien, Juvenal, nació en el corregimiento de Corral de Piedras, jurisdicción de San Juan del Cesar, el gusanillo de la música lo inoculó en La Villa del río, la vecina población que la separa el río Cesar, corregimiento también de San Juan, allí en medio de rebaños de chivos, cantaba sin cesar, originando a veces el malestar de los tíos que lo mandaban a callar.
La Villa del Río lo marcó en sus intenciones de ser compositor, era que allí llegaban muchos personajes incluso músicos de renombre como Emiliano Zuleta y Lorenzo Morales, en ese lugar, se celebraba el Día de San Martín, era común entonces, las parrandas. Casi todos llegaban atraídos, no por el fervor religioso, sino por el perfil de las mujeres que, eran hermosas, como por ejemplo Catalina Daza, pariente de Juvenal, y a quien Lorenzo Morales le hizo una canción, la que es inmortal en el cancionero vallenato. Ese cuadro parrandero y fiestero con músicos reconocidos, le marcaron el derrotero en el plano artístico.
En su crecimiento musical, se traslada a Urumita, para entonces, corregimiento de Villanueva en La Guajira, allí aprendió a tocar la violina y eso le sirvió para acompasar melódicamente sus letras, las que antes acomodaba a punta de silbidos. Pero fue en Valledupar donde despertó deslumbrado ante el mágico panorama de esta tierra totalmente blindada por la música y sus actores, aquí en el barrio Cañaguate, moldeó su estilo en el afán de acrisolar su marca de compositor, en este entorno le dio forma a su musa, aunque ya en San Juan, había hecho una canción protesta con sus hermanos Milton y José María.

“Muchas de esas canciones hechas en el Cañaguate, ya yo no las recuerdo, pero permanecen en el disco duros de mis amigos que aún me las cantan cuando nos encontramos, tales como Jaime y Lucas Socarrás, Jorge Maestre, Antonio Hinojosa entre otros.
‘Muñeca hermosa’ y ‘La Despedida’ son consideradas sus primeras canciones, pero ya en el ámbito de la fama, cuando ya su nombre tenía relieve, el tema con se asoma al aura del vallenato fue ‘Canto al Loperena’ que se hizo famosa entre los estudiantes de ese plantel, la máxima institución educativa del momento en Valledupar, eso fue en el año 1968 en una efemérides cuando el plantel cumplía años, la que fue interpretada por Armando Moscote.
Con el Festival Vallenato fue protagonista desde que nació ese certamen, es por eso que dice orgulloso, que él es ‘Festival Vallenato’ desde el mismo momento en se hizo una muestra especial, debajo del palo de mango, allí presentó una canción dedicada a su terruño, Corral de Piedra’ la que estuvo nominada entre las 10 primeras, y muy comentada por los entonces pocos periodistas que cubrían el evento.
La primera vez que se presentó al festival vallenato oficialmente, fue en 1969 llegó con solo la canción en su mente y sin ningún acompañante, de pronto miró hacia debajo del palo de mango y vio a un acordeonero allí, se le acercó y le pidió el favor de que lo acompañara porque ya venía su turno, el señor referido resultó ser el afamado Peñaranda , muy conocido por sus temas de doble sentido, como la famosa ‘Opera del Mondongo’, pero su estilo tal vez no encajaría para el tema vallenato que llevaba Juvenal, pero si le llamó a otro muchacho acordeonero que andaba con él y le ordenó que lo acompañara, así tuvo su primer asomo al Festival Vallenato.
Juvenal refiere esta anécdota, para referenciar que ese es el verdadero vallenato de antes, era improvisado, espontaneo, que no requería de montajes, “no como ahora que hay que montar la canción en estudios y luego pagar una costosa nómina, para que se la presente”, tal vez por eso ha dejado de presentarse en este certamen. “Lo mismo pasa con las grabaciones, el músico llegaba y le pedía a uno, grábame algo ahí con tu propia garganta, uno la cantaba a capela, se la llevaban y así se la grababan” asegura Daza Bermúdez.
“Después de la primera vez, me presenté consecutivamente todos los años al Festival de Valledupar, hasta 1984 cuando gano con la canción, ‘La’ Espinita, pero ya desde el 82 tuve un tercer lugar muy diciente con un tema que le hice al maestro, ‘Rafael Escalona’, en 1983 ocupé el segundo lugar con el tema: ‘Alma de Gigante’. En esa década del 80 tuve grandes figuraciones, venía de ganar en mi tierra, San Juan del Cesar, en 1982 con el tema ‘El Corazón de la Provincia’; al año siguiente, triunfé en Arjona Bolívar con la canción: ‘Muchas Gracias’ tema que lo terminé de componer en el bus donde íbamos, me la presentaron varios acordeoneros, era que los festivales eran así, sencillos de camaradería, primero me la tocó Julio Rojas, después Jesualdo Bolaños, y la tercera otro acordeonero y gané, y mira ese es hoy el himno de ese Festival” Concluye Juvenal Daza Bermúdez.
Durante mucho tiempo, participó bajo el seudónimo de ‘JUDAZ’ la sigla de su nombre y apellido, se hizo célebre con ese nombre, incluso, así aun lo llaman las personas de su confianza. Esa modalidad de antes, era reglamentaria para que el jurado no supiera quien era el titular de la canción y evitar suspicacias.
Pero, al final terminaron descubiertos y la organización del Festival quitó ese reglamento. Simplemente porque ya la gente se había familiarizado con dichos motes, por ejemplo ya sabían que, ‘Judaz’ era Juvenal, que, ‘El Ángel del Camino’, era Hernando Marín, o que ‘El poeta de Villanueva’ era Rosendo Romero.
Juvenal Daza manifiesta que en los primeros festivales cada quien cantaba su canción, pero después vinieron los cambios que según su apreciación, la introdujo, Octavio Daza, quien trajo a Armando Moscote, para que se la cantara, de ahí en adelante, presentó muchas y desde entonces se hizo llamar ‘el Rey de las Canciones Inédita’. A Daza Bermúdez, para entonces le cantaron, Armando Moscote, ‘El Papi’ Daza, Adalberto Ariño, entre otros.

Este artista, compositor dice que su musa y poesía le bajan por la ascendencia del apellido Daza, donde han existido históricamente muchos músicos, pero tampoco desconoce, que tiene un ramito del viejo Emiliano, pues el padre de este se llamaba, Santander Zuleta Bermúdez, de la misma descendencia de su gente.
Daza Bermúdez reconoce a su abuelo como su forjador, quien lo ‘levantaba a garabato’ porque nunca aprendió a enrejar terneros, lo de él era la música, la que le sirvió de escudo para ocultar la nostalgia que para entonces, le produjo el asesinato de su padre estando muy joven y la muerte de un tío también. Esos momentos le produjo ese desplazamiento que lo terminó anclando en Valledupar, el emporio de los ritmos folclóricos que tanto le gustaban. Por eso dice que esos episodios de violencia, le dieron la fuerza para convertir el dolor en música.
Pero Juvenal no es solo compositor, es un destacado docente, escalafón que le dio un viraje a su vida, pues la faceta de andariego e irresponsabilidad que es inherente a muchos músicos, se fue a pique y tuvo que asumir ese rol con todo el compromiso, tanto con los estudiantes como con su familia. Manifiesta que la docencia le dio todas las relaciones sociales que supo compaginar con el arte de componer.

La manera particular de componer de este juglar de las letras nunca ha sido encerrado. “Jamás me encierro para hacer una canción, todos mis temas nacieron en la calle, en mi época de profesor en el colegio ‘Ciro Pupo’ de La Paz, en el trayecto que viajaba hasta Valledupar, ahí nacieron muchas canciones”
Juvenal Daza tiene registradas en SAYCO, 150 canciones grabadas por diversos artistas entre estos: ‘Los Hermanos, Zuleta, Armando Moscote, Pedro García, Adalberto Ariño, Fredy Peralta, José Hilario Gómez, ‘El Papi Daza’, Ricardo Maestre, Julio Morillo y Egidio Cuadrado.
Fue además jurado en muchos festivales donde mostró su solvencia, pero dice que hoy hay un estancamiento en los certámenes por el mal proceder de muchos de ellos que no analizan la naturaleza de los temas y terminan negociando resultados, por eso se retiró de esas lides.
Se declaró admirador de Carlos Huertas, Fredy Molina, Calixto Ochoa, Leandro Díaz, Isaac Carrillo, Rafael Escalona entre otros. Además de otros, de otra generación como Emiliano Zuleta, Edilberto Daza. Tuvo a su vez la influencia de la escuela fonsequera que paría acordeoneros excepcionales, pero que infortunadamente dejaron perder esa fortaleza.

Finalmente destacó las ventajas de estar afiliado a SAYCO, que según él en estos momentos, está velando por la integridad y el talento de los compositores, en un principio fue contestatario, por antiguas malas administraciones que no repartían equitativamente los recursos, pero que, según cuenta, hoy, hay un verdadero cambio.
A pesar del tiempo y las nuevas generaciones, todavía sigue componiendo en el marco familiar con sus hijos que cantan y tocan algunos instrumentos. Proyecta una próxima grabación por sus propios medios, como lo ha hecho anteriormente.
Posee un estilo narrativo costumbrista. Los siguientes Son los títulos más importantes de su obra: «Mi gran delirio», «Quejas lastimeras», «Tiempo y vida», «Mis pesares», «Infancia y juventud», «Pa’ qué llorar», «Pajarito», «Mariposa». «La espinita», es un Paseo que muestra cómo el folclor va de pueblo en pueblo vigorizándose de boca en boca, sólo con el poder de la palabra, las notas del acordeón, el rebruje de la caja y el charrasquear de la guacharaca.