El gran Beto Villa.
Nació en Pivijai – Magdalena el 9 de mayo de 1953 en el hogar de Alberto Villa y Rosa Payares. Su gusto hacia la música, nació a los 4 años cuando jugaba con una pequeña dulzaina en su casa, sin predecir que dicho instrumento lo llevaría a tomar un gran camino de éxitos musicales que ilustro bajo el manto de su acordeón.
«Desde que yo tenía 4 años, ya quería ser músico. Le robaba una dulzaina a alguien que estaba en mi casa haciendo un trabajo y pasaron los años y cuando tenía 11 años recordé que había aprendido a tocar dulzaina, y después, me llamó la atención aprender a tocar acordeón. No fue fácil, pero aprendí a tocarlo en 1970. En 1973 participé en un festival, clasifiqué dentro de los 3 finalistas y en 1974 logré obtener el primer puesto como acordeonero aficionado; comencé a meterme en la música desde muy pequeño .
A los 17 años aprendió a tocar el acordeón . Fue Rey Aficionado en 1974, y ocupó los segundos lugares, como profesional, en 1978, 1979 y 1996. Primer puesto en el Festival de Plato, en 1974.
Al lado de Beto Zabaleta es el fundador del cotizado conjunto vallenato «Los Betos». Su estilo es variado en cuanto a su admiración por los maestros, dice admirar al «Viejo» Emiliano Zuleta, al «Pollo Vallenato» Luis Enrique Martínez, a «Pacho» Rada en los Sones y a Abel Antonio Villa.
«Cuando, eso estaba, Alfredo Gutiérrez era el que estaba de moda y quería tocar como él. Escuche a Calixto Ochoa, también quería tocar como Miguel López; de cada uno de ellos, aprendí algo. Hoy en día, inclusive, yo escucho acordeoneros de la nueva generación y de cada uno de ellos aprende; uno, en la música, siempre aprende, pero hay un referente que siempre lo tengo presente y es Alejandro Durán.»
Ha integrado conjunto con extraordinarios vocalistas como es el caso de Beto Zabaleta, «Poncho» Zuleta e Iván Villazón. Se ha empeñado en salir adelante en la producción y dirección disquera para lo cual tiene una empresa propia.
Como compositor se ha destacado con canciones como «Me tira y me hala», grabada por Iván Villazón en 1993.